El primer implante mamario que se conoce lo llevó a cabo el cirujano checo-alemán Vincenz Czerny en 1895. Lo hizo implantando tejido adiposo de la propia paciente, este fue extraído de un lipoma benigno que posteriormente se implantó en la mama para evitar la asimetría producida por una operación para extirpar un tumor.
En tiempos modernos y después de intentos con implantes poco recomendables como los de marfil, de tejidos sintéticos o los de cartílago de buey entre otros, se volvió a intentar utilizar el propio tejido de la mujer para aumentar las mamas. En esta ocasión se hizo cogiendo tejido de la pared del tórax de la paciente, este tipo de operaciones fueron practicadas por los doctores Berson y Maliniac en la década de los 50.
Los implantes de silicona fueron desarrollados por los cirujanos estadounidenses Thomas Cronin y Frank Gerow y fabricados por la Dow Corning Corporation. La primera intervención para implantarlos se produjo en 1963. Este implante tenía gel de silicona en el interior y estaba envuelto por un tejido de caucho con forma de lágrima, se fijaba con un parche de polietileno adjuntado a la parte trasera para que no se moviese.
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