Fue patentado por el alemán Emile Berliner en 1887 en Inglaterra. Su primer gramófono apenas se diferenciaba del fonógrafo patentado 10 años antes por Thomas Edison, pero finalmente mejoró el aparato sobretodo con la introducción de discos en vez de cilindros.
Se trataba de un sistema de registro que grababa con una púa de movimiento lateral sobre un disco de zinc revestido de cera en una solución de bencina. Este disco se sumergía en un ácido crómico que sellaba la ranura donde la púa había eliminado el recubrimiento. Una vez hecho esto se procedía a hacer pasar la misma púa por el recorrido grabado haciendo así posible mediante un diafragma y un amplificador el sonido grabado. Su invento se empezó a comercializar como juguete pero en 1895 creó su propia empresa llamada Beliner Gramophone Company para un uso profesional.
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