El primer despegue y aterrizaje con éxito de un hidroavión se consiguió en 1910 gracias al francés Henri Fabre con un hidroavión de fabricación propia llamado Le Canard. Consiguió hacer cuatro vuelos cortos consecutivos el más largo de unos 600 metros, todos ellos en la Laguna de Berre.
En la Primera Guerra Mundial este tipo de aparatos ya empezaron a ser utilizados sobretodo por el ejército británico, concretamente los modelos Felixstowe F.2, F.3 y F.5. y por el alemán con el modelo Hansa-Brandenburg GW. En 1919 se consiguió hacer el primer vuelo transatlántico con un modelo americano, el Curtis NC-4.
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