Las transfusiones de sangres se practicaban desde hace miles de años por los aborígenes australianos. Mucho más tarde gracias a los adelantos médicos del siglo XVI por William Harvey y Miguel Servet, R. Lower empezó a hacer transfusiones en animales y Jean Baptiste Denys en 1667 fue el primero que lo hizo en humanos, le transfirió 1 litro de sangre de cordero a un adolescente después de una sangría. No tardó mucho en prohibirse está técnica por su supuesta peligrosidad y se retomó por el médico inglés James Blundell mucho más tarde en 1818, esta transfusión se realizó gracias a una jeringa. Las transfusiones se popularizaron durante la guerra francoprusiana (1870) ya que gracias a esta técnica se consiguieron salvar multitud de vidas de soldados.
Las urnas funerarias más antiguas que se conocen datan de alrededor del 7000 a.C encontradas en el yacimiento Jiahu en la provincia de Henan en China donde se encontraron 32 de estas urnas, también en otros yacimientos chinos se han encontrado urnas de una antigüedad parecida como en el de Laoguantai, Shaanxi. Después de estas las más antiguas son las encontradas entre los pueblos eslavos y pueblos del norte de Europa. En 2500 a.C. se encuentran también en las islas británicas y la península ibérica. En Grecia se sabe de su utilización en la civilización minoica alrededor del 1000 a.C., así como entre los etruscos de donde la adoptaron los romanos que las colocaban en una hornacina familiar llamada columbarium.
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